Se estima que 8.500 niños mueren al día a causa de la desnutrición severa según organizaciones como Acción Contra el Hambre y Save the Children. Por si este dato no fuera escalofriante, quiero añadir que 795​ millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa, eso es casi una de cada nueve personas en la tierra. Según subrayaron los ministros de Agricultura del G20, que se reunieron el pasado domingo en Berlín, la importancia de la política agraria como parte de la política de seguridad global es una tarea que los países deben abordar urgentemente y no puede aplazarse ni un año más.

Además, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en los próximos 40 años habrá que incrementar el 60% la producción para alimentar a la población mundial y para conseguir la erradicación del hambre en el mundo en el año 2030, y sólo los agricultores y ganaderos podrán garantizar la seguridad y variedad alimentaria.

Pero la realidad de nuestro el día a día no favorece ni contribuye a lograr tal objetivo. En nuestro continente los agricultores y ganaderos menores de 35 años tan sólo representan el 8% de los trabajadores del campo. No hay relevo generacional y nos enfrentamos a graves consecuencias humanas y climáticas. Y así lo constató el anfitrión del encuentro de ministros de Agricultura del G20 en Berlín, Christian Schmidt, quien afirmó que sin una agricultura eficaz, innovadora y arraigada en las regiones no podremos hacer frente a los retos que nos esperan porque, ante todo, las perspectiva sociales y económicas que ofrece la agricultura son una base para crear paz y estabilidad, con lo que la política agraria es parte de la de la política global de seguridad.

Las cifras hablan por sí solas. La renta agrícola es un 40% menor que la de otros sectores como el industrial o el de servicios. En los últimos 20 años, en la Comunidad Valenciana se han abandonado 140.000 hectáreas, de las que 35.000 se localizan en Alicante. Los principales motivos que impulsan a agricultores y ganaderos a abandonar son la falta de rentabilidad, que hace poco atractivo que un joven vea en este oficio una atractiva opción de futuro; los elevados trámites burocráticos, cargas administrativas, tasas, permisos, que ralentizan y hastían cualquier movimiento empresarial; la inseguridad ante la escasez de recursos hídricos y la ausencia de un pacto político nacional para realizar un Plan Hidrológico Nacional que lleve los excedentes de agua a áreas deficitarias como el sureste español; los abusos de las comercializadoras, que encorsetan al productor y le obligan a vender a bajos precios o a resultas; y las decisiones que toman arbitrariamente determinados políticos sin consensuar con el sector, como la libre entrada de frutas y hortalizas que no cumplen con la normativa de seguridad alimentaria europea y que causan un desequilibrio de mercado y una competencia desleal gravísima, como ocurrió el pasado otoño con la entrada libre de aranceles de Sudáfrica, que mermó seriamente el inicio de nuestra campaña citrícola.

Con semejante panorama, no es de extrañar que no exista relevo generacional. Y si no queremos que la brecha entre los jóvenes emprendedores y el sector agropecuario siga creciendo han de tomarse medidas urgentes y eficaces.

En primer lugar, es necesario que cada cual reciba lo justo por lo que produce y aporta a la sociedad y dejar atrás, de una vez por todas, de infravalorar esta profesión a través de los abusos de empresas comercializadoras, que sólo buscan su propio lucro sin importarle el resto de eslabones.

Por otro lado, urge un cambio de mentalidad fomentado desde los niveles medios educativos, apostando por la inclusión de una enseñanza profesional ambiciosa del sector. Tenemos que hacer ver a los jóvenes que esta actividad es una empresa en la que la formación empresarial, del medio ambiente, el manejo de idiomas, de nuevas tecnologías, de redes sociales… son la clave para invertir el ritmo y destino del campo tradicional. La Administración debe apostar por todos esos jóvenes que quieren ser agricultores y ganaderos y que luchan por profesionalizarse y ser competitivos, porque solo así lograremos inyectar savia nueva en el sector y hacerlo atractivo para ellos.

Sin duda, este es un oficio con mucho potencial y un gran recorrido sobre el que recae el importante reto de conseguir el hambre cero en el planeta. Alimentar al mundo puede ser una de las profesiones con más futuro en estos momentos con beneficios potenciales incalculables, puesto que el hecho de fomentar la agricultura y ganadería no sólo contribuiría a evitar que millones de personas y niños mueran de hambre, sino que se ha demostrado que también frenaría en gran medida el temido cambio climático, que ya es una realidad y empieza a tener consecuencias nefastas.

Apoyemos al sector desde todas las instituciones, dejemos de ponerle zancadillas a todos los jóvenes agricultores y ganaderos que quieren formar parte del gran cambio que necesitamos y estaremos sentando las bases de un mundo futuro mejor para las próximas generaciones.