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En los últimos 11 años, este agricultor ha conseguido imitar de forma natural en una finca de secano las condiciones del girasol en regadío, obteniendo producciones medias iguales a las de una superficie de riego y duplicando los rendimientos del secano

Un hombre con una idea es un loco hasta que triunfa”. Esta célebre frase del escritor Mark Twain la suscribe palabra por palabra el agricultor Pedro Gallardo. De disparatado le tacharon cuando en 2006 decidió adelantar la siembra del girasol —todo un desafío al ciclo tradicional del cultivo— para incrementar la producción en su finca de Puerto Real (Cádiz). Desde entonces, los resultados han ido tumbando la incredulidad.

En los últimos 11 años, este agricultor ha conseguido imitar de forma natural en una finca de secano las condiciones del girasol en regadío, obteniendo producciones medias iguales a las de una superficie de riego y duplicando los rendimientos del secano. Si en los años 90 apenas se superaban los 750 kilos por hectárea, en el cortijo Carvajal se alcanzan hoy los 2.400 kg/ha.

El espíritu innovador de Gallardo, de 44 años y actual presidente de Asaja-Cádiz, le viene de familia. “Mi padre fue uno de los primeros en introducir en los años 80 del siglo pasado en España el triticale, el primer cereal creado por el hombre, un híbrido entre el trigo y el centeno”, cuenta. “Unos años antes, a finales de los 60, mi abuelo y unos pocos agricultores más rompieron con los estereotipos y mitos de entonces al pasar la remolacha de la siembra primaveral a la otoñal con gran éxito”. De hecho, hoy prácticamente el cien por cien de la remolacha del sur se siembra en otoño.

“Si ha funcionado con la remolacha, ¿por qué no hacerlo con el girasol?’, me pregunté. Era un cultivo residual por su bajo rendimiento y le quería dar una oportunidad”.

Gallardo, premio europeo Joven Agricultor Innovador, comenzó en 2006 su aventura anticipando la siembra en dos meses, para después ir adelantándola paulatinamente, hasta situarla en la actualidad entre tres meses y tres meses y medio. “Ahora empezamos a sembrar entre el 20 y el 30 de enero”, precisa. “Este sistema es tan rentable que el 70% de la superficie de la finca (de 400 hectáreas) está dedicada ahora al cultivo del girasol”. Gallardo explica por qué.

“En primer lugar, las siembras tempranas permiten incrementar el número de plantas por hectárea —hemos pasado de 60.000-70.000 a 110.000-115.000—, pues debido a la climatología favorable no les falta humedad durante el ciclo vegetativo, lo que explica nuestro notable aumento de la producción”, señala.

Al tener el cultivo sus necesidades hídricas cubiertas, este agricultor logra un importante ahorro de agua y energía, cuya principal consecuencia es una mayor sostenibilidad y respeto al medio ambiente.

Además, cuando se producen los golpes de calor, las pipas de los girasoles ya están hechas, por lo que las plantas no padecen el estrés de la sequía.

A ello hay que sumar que especies como las perdices, las palomas o los jilgueros eligen la densa cubierta vegetal que crean los girasoles para su apareamiento y cría —antes escogían parcelas de cereal—, lo que supone un aumento de la biodiversidad autóctona.

Por último, cosechar antes que los demás permite a quien lo hace jugar con ventaja. “Puedo optar por almacenar la producción si compruebo que el mercado tiende a subir el precio o vender en el caso de que empiece a bajar. En 2012 la finca Carvajal fue la primera en entregar la cosecha de toda Europa y pudimos venderla al mejor precio en un mercado no saturado”.  

La innovación es un riesgo, pero también una empresa necesaria. “No hay que seguir a pies juntillas lo que hacen los demás. Introduciendo cambios se puede mejorar, ser más productivo y competitivo, sostenible medioambientalmente y favorecer la reproducción y cría de especies silvestres”, resalta Gallardo.

Quizás en las próximas décadas se le recuerde como a su abuelo con el cultivo de la remolacha al generalizarse la siembra temprana del girasol. De momento, ya son 20 los agricultores que replican su método en cientos de hectáreas repartidas entre Cádiz, Córdoba y Sevilla.

Este proyecto pionero también cuenta con otros beneficios menos cuantificables y que nada tienen que ver con lo agrícola: “Una de las cosas que más nos han sorprendido es que muchas parejas nos piden hacerse en la finca las fotos de boda, así que de vez en cuando la cedemos gratuitamente”.

También despierta un gran interés entre los turistas, sobre todo entre los japoneses, a los que les encanta esta flor y su peculiar comportamiento de girar en la dirección del sol. Como reconoce el propio Gallardo, “la verdad es que es un espectáculo contemplar en pleno mes de mayo, cuando florecen los girasoles, el inmenso mar amarillo que componen”.

 

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