Hambre Cero: el único objetivo aceptable

Dacian Cioloş y José Graziano da Silva

 

La 32 edición del Día Mundial de la Alimentación que se celebra el 16 de octubre de este año ofrece noticias contrapuestas en lo que se refiere a la lucha contra el hambre. Las últimas cifras muestran que en las dos últimas décadas hemos hecho progresos en la reducción del hambre. En 1990 eran cerca de mil millones las personas que sufrían hambre en el mundo. Hoy son 868 millones y, con un impulso extra, podemos alcanzar el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad el hambre en el planeta para el año 2015.

En cualquier caso, debería preocuparnos el que una octava parte de la población padece todavía desnutrición, que el progreso en la lucha contra el hambre se ha ralentizado desde 2007 y que parece que estamos perdiendo la batalla en África y en Oriente Próximo. En estas regiones el número de personas que sufren hambre se ha incrementado desde los 192 millones hasta los 275, con 234 de ellos en el África Subsahariana.

Por otra parte, nos enfrentamos a un desafío todavía mayor: para mitad de siglo será necesario incrementar en un 60 por ciento la producción de alimentos. Si añadimos a este desafío otros como el cambio climático, la escasez de recursos acuíferos, el agotamiento de la calidad del suelo y la pérdida de la biodiversidad, podemos darnos cuenta de la seriedad que ha adquirido el reto de la seguridad alimentaria global. Y aquí es donde la política se vuelve vital para establecer la dirección adecuada y prever lo que el sector agrícola necesita, tanto en los países desarrollados como en desarrollo.

Responder al reto de acabar con el hambre dependerá de si somos capaces de transformar la voluntad política en acciones concretas, reforzando la gobernanza global de la seguridad alimentaria, promoviendo un crecimiento económico de largo plazo a favor de los pobres, creando entornos que favorezcan una producción sostenible, apoyando la producción de pequeña escala, generando resiliencia y reforzando la protección social.

Para conseguirlo, necesitamos incrementar la inversión pública y privada en las zonas rurales.

Sin embargo, a lo largo de los últimos 30 años la ayuda financiera a la cooperación y el desarrollo agrícolas ha descendido de manera significativa, si bien hay signos de que la tendencia se ha revertido recientemente. La política puede jugar un papel significativo en proporcionar la estabilidad necesaria para estimular esta inversión.

También necesitamos reunir todo el conocimiento que existe en el mundo sobre agricultura y economía, así como sobre políticas del sector público, con el fin de promover la agricultura familiar y de pequeña escala. No olvidemos que más del 70 por ciento de quienes sufren pobreza extrema viven en áreas rurales y que muchos de ellos son agricultores de subsistencia o de pequeña escala.

La FAO y la Unión Europea se preocupan cada día por la seguridad alimentaria, trabajando con los gobiernos nacionales para conseguir esta meta. Somos parte de un esfuerzo mayor que incluye a otras organizaciones internacionales, asociaciones de agricultores, ONGs, la sociedad civil y el sector privado. La participación de todos ellos es esencial en la lucha contra el hambre.

Las cooperativas son un socio muy importante en este esfuerzo. La temática elegida este año para el Día Mundial de la Alimentación destaca el papel de las cooperativas agrícolas para alimentar al mundo. Su importancia es crucial porque facilitan a productores de pequeña escala el acceso a la información, técnicas y servicios que necesitan, lo que les permite incrementar la producción de alimentos, comercializarlos y crear puestos de trabajo, mejorando su calidad de vida e incrementando la seguridad alimentaria mundial.

También sabemos que, si bien los pequeños agricultores en solitario a menudo no se benefician del incremento de los precios de los alimentos, cuando actúan colectivamente en organizaciones de productores más fuertes y en cooperativas mejora su capacidad para beneficiarse de las oportunidades del mercado.

Esto resulta especialmente importante en el contexto actual, en el que la volatilidad de los precios se ha incrementado. La creación el año pasado del Sistema de Información del Mercado Agrícola (SIMA) ha proporcionado a la comunidad internacional un instrumento nuevo y efectivo para responder a la incertidumbre. Su contribución está ya siendo importante al incrementar la transparencia, facilitar una respuesta internacional coordinada y poner en evidencia el hecho de que la producción global existente es suficiente para compensar las pérdidas ocasionadas este año por la sequía de algunos de los principales países productores.

El SIMA un componente importante de la gobernanza mundial de la seguridad alimentaria, cuya piedra angular es el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial.

Mientras la meta de reducir a la mitad el hambre en el mundo es alcanzable y sigue siendo nuestra prioridad a corto plazo, deberíamos mirar más allá del año 2015 hacia un objetivo mucho más ambicioso: la erradicación total del hambre, en respuesta al llamamiento realizado por el Secretario general de las Naciones Unidas Ban Ki-moon durante el lanzamiento del “Desafío Hambre Cero” en la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible Río +20 celebrada el pasado mes de Junio.

En Río+20 la comunidad internacional lanzó un contundente mensaje: no podemos considerar “sostenible” el desarrollo mientras millones de personas sigan sufriendo hambre y pobreza extrema. El “Desafío Hambre Cero” nos ofrece un amplio conjunto de ambiciosos objetivos (hambre cero, cero retraso del crecimiento para niños por debajo de los dos años, que todos los sistemas alimentarios sean sostenibles, un incremento del cien por cien en la productividad

e ingresos de los pequeños campesinos, cero pérdidas o desperdicio de alimentos) para favorecer nuestra labor de promoción y movilizarnos hacia el futuro sostenible que todos queremos.

En lo que se refiere al hambre, la única cifra aceptable es cero.

 

Dacian Cioloş

Comisario Europeo de Agricultura y

Desarrollo Rural

 

José Graziano da Silva

Director General de la Organización de

las Naciones Unidas para la Alimentación

y la Agricultura (FAO)